El Cortisol es una hormona esteroidea, o glucocorticoide, producida por la capa fascicular de la corteza de la glándula suprarrenal. Se libera como respuesta al estrés y a un nivel bajo de glucocorticoides en la sangre*. Esta es la descripción técnica de lo que
todos empezamos a conocer como “la hormona del estrés”.Cada vez hay más evidencias científicas de los efectos que esta “hormona del estrés” produce en nuestro cuerpo ya que sus labores consisten en
ayudar a metabolizar las grasas, las proteínas y los carbohidratos que ingerimos, mantener los niveles de azúcar en sangre de forma correcta y constante, reducir la inflamación, contribuir al buen funcionamiento del sistema inmune y obviamente, controlar el estrés.El pico de Cortisol se produce por la mañana, momento de más energía y va dejando paso a lo largo del día a la Serotonina, hormona del descanso, bienestar y placer.
Podemos sufrir picos de Cortisol puntuales y aislados ante una situación de peligro, recibir una mala noticia, un susto, un accidente, etc. Nuestro cuerpo entra en estado de alerta, un estado natural incluso beneficioso para nuestro organismo en algunos casos, ya que esta es su función y pone a trabajar rápidamente a todos nuestros sentidos.
El problema está en que un alto porcentaje de la población sufrimos altos niveles de Cortisol suspendidos en el tiempo, es decir, de forma permanente. Esto hace que nuestros cuerpos y mentes se encuentren en constante alerta, viven en una amenaza constante que hace que todo el resto de las funciones se desequilibren.
Un alto nivel de Cortisol afecta a todo nuestro sistema inmunológico, lo desequilibra totalmente alterando nuestra microbiota intestinal, provocando malas digestiones, también nuestras funciones renales se pueden ver alteradas, provoca inflamación de los tejidos, problemas cardiacos etc. Y, por supuesto, también afecta a nuestra parte externa, provocando alergias en la piel, irritaciones, dermatitis y caída capilar.