Además de los datos básicos de contacto, aquí lo más importante es conocer la edad y el sexo de la persona, y rápidamente se procede a conocer la sensación de cómo te notas el cabello y el problema que presenta, es decir, la alteración que notas tú mismo.
Por ejemplo, una persona con picores o con exceso de grasa que debe lavarse el cabello cada día, o caída muy abundante, placas de pelada, etc., alteraciones visibles y notorias.
También hay que conocer de primeras qué tipo de trabajos técnicos o tratamientos químicos aplicas en el cabello, si es que lo haces. Nos referimos a tintes, permanentes, decoloraciones… Aunque cabe decir que estos tratamientos si son aplicados de calidad y por un profesional no tienen por qué causar ningún tipo de problema, siempre y cuando no haya una alteración importante, enfermedad capilar, alergia, etc.
Posteriormente, se realizan preguntas de tipo médico, como si has sufrido alguna intervención quirúrgica o tratamientos, como la quimioterapia… Y si padeces alguna enfermedad tipo autoinmune o de tiroides, que también son frecuentes y tienen mucha relación con el estado del cabello.